9.25.2016

Sobre la privacidad y mi ausencia.

Creo que la principal razón por la que dejé de escribir aquí fue porque me sumergí en las redes sociales. Sucumbí al encanto de documentar la vida en tiempo real, para luego llegar a casa, descargar la memoria de la cámara digital y subir las fotos en Facebook. ¿De qué estoy hablando? Sí, eso fue al principio, ahora ya podemos hacer una transmisión en vivo desde el teléfono, para lograr que todos, absolutamente todos, puedan ver lo que hacemos. Está bien padre publicar nuestra vida totalmente editada, con nuestros mejores ángulos, en nuestros mejores momentos, para que los demás vean lo felices que somos y mueran de la envidia. Me he sorprendido muchas veces, haciendo cuentas mentales, para adivinar cómo le hacen algunas personas para viajar tanto, o para tener negocios tan exitosos ¿Qué estoy haciendo mal?

Gradualmente he ido perdiendo el interés, (además de tener cada vez menos tiempo libre) y he dejado de participar activamente en las redes sociales. Me he convertido más bien en una especie de espectador-acosador. He llegado al extremo de brincar de un perfil a otro para "conocer" a amigos de amigos, que luego conozco en la vida real y me decepciona un poco que no son como los imaginaba. Hay gente con grandes habilidades en el arte del selfie y el maquillaje.

Hace unos días me encontré con la nota de la chica que se fue de despedida de soltera y bueno, ya todos saben. Poco antes de eso, Alejandro Fernández y su fiesta loca, pero bueno, a los famosos ya les pasaba desde siempre. Deberían estar acostumbrados a que todos nos enteremos, discutamos y juzguemos sus actos. Creo que nadie se puede acostumbrar jamás a eso. La privacidad se ha vuelto un concepto muy complicado, porque si bien las redes sociales nos dan una falsa seguridad, con los filtros y el hecho de que todos los que te rodean son tus "amigos", realmente estamos parados en la plaza gritando con un megáfono lo que hacemos y lo que pensamos.

Cuando empecé en esto de los blogs, tenía un amigo fotógrafo turco que me contaba de sus amigos imaginarios. Hablábamos en una mezcla de inglés, turco y español que se prestaba a muchas confusiones. Jamás nos conocimos y perdí su rastro, pero creo que no quiero encontrar jamás su perfil de Facebook y enterarme que tiene una vida normal. Creo que interactuar en línea con la gente con la que tienes que vivir ahí afuera, no es tan agradable. Dejen de postear cada paso de sus vidas, de contestar a cada comentario con un: -Gracias, tú también estás bien guapa- o -Hay que vernos para recordar cuando estábamos en la prepa y todos nos odiábamos- No, ya, basta.

Hace rato empecé a ver la serie de Easy en Netflix y como es domingo y tengo cero autocontrol, me eché varios capítulos. El E5 me gustó mucho y me dejó pensando en todo esto que les platico. ¿Hasta dónde llega mi derecho a hablar en público de mi vida? ¿Hay que pedir derechos y firmar acuerdos con los involucrados? ¿Les ha pasado que los etiquetan mientras están comiendo con alguien, entonces alguien más se entera de que le mentiste para no verlo? No, a mí tampoco. La frase final del capítulo es la que más me dejó pensando, todos empeñamos la privacidad, para conseguir algo.



El punto es que, nos hemos ido envolviendo en una vida cada vez más parecida a un reality show, que solo busca vendernos más cosas: el celular más chingón, el fin de semana en el hotelito perdido en la selva, orgánico, gluten free y libre de crueldad animal al que fueron tus amigos. Un estilo de vida que muchas veces no podemos pagar, ni sustentar.

Creo que volveré a escribir más por acá, comparto cosas más personales, pero como no pongo fotos de mi persona en donde sea vea claramente mi cara, me siento más segura. Además nadie me lee, hay demasiado chisme jugoso para compartir y arruinar vidas allá afuera.