en el centro de la ciudad, el origen, hay un hombrecillo hecho quizás de bronce, con el dedo índice hacia abajo, como diciendo “aquí”, o diciendo “me duele el pie”, la historia suele ser poco precisa en estas cuestiones. al frente de semejante convicción, la catedral emerge, evocando nostálgica su antigua e impresionante presencia, ahora un poco sumergida entre muros rojos y volúmenes que intentan competir con su inicial protagonismo. el espacio vacío que marca el inicio de esta ciudad como ahora la conocemos, se encuentra llena de palomas y jubilados, unas recorren la plaza, otros se sientan en las bancas y miran pasar. la vida parece moverse a otra velocidad, a pesar del ruido y el caos vial que hay más allá del límite de la calle.
cuando se abandona el pequeño oasis que constituyen las antiguas plazas de nuestra ciudad, hay que enfrentarse al mar de automóviles que intentan llegar a tiempo a todos lados, siempre. en este punto hay que hacer uso de unas lineas blancas en el pavimento, cruzar sobre ellas supone un poco más de seguridad ante los conductores histéricos, siempre y cuando se haga en el tiempo indicado y regulado por los semáforos correspondientes. una cantidad cada vez mayor de personas se agolpa a uno y otro lado de la calle independencia, todos mirando de reojo las luces, una vez que del verde se ha pasado al rojo, los que van y los que vienen cruzan a toda velocidad, chocando y esquivando.
la velocidad aumenta repentinamente en la calle libertad, los autos no aparecen por ningún lado, pero son sustituidos por personas que te asaltan e intentan venderte un par de pilas o la salvación del alma, en tarjetitas con ilustraciones de santos, por cinco pesos o menos. la profusión de sonidos e imágenes genera una confusión que hay que ir asimilando a medida que se avanza por el largo corredor. de una u otra manera, se logra llegar al palacio de gobierno y su correspondiente plaza, cuatro corredores de convergen de los vértices al centro: un padre de la patria, a escala, trepado en un pedestal contemplando a lo lejos cómo su presencia antes dominante, se diluye hacia el ángel, que con su espada de láser, congrega a su alrededor un enorme espacio abierto. personas más parecidas a pequeñas hormigas, cruzan la plancha de concreto en todas direcciones, pero no se quedan. el sol abrasador y la falta de cualquier elemento que ayude a mitigar las inclemencias del clima, antes los llamaban árboles, ocasiona que la plaza sólo sea un enorme vacío que hay que atravesar para llegar a cierto destino.
1 comentario:
i habra ke ir una noche a bajar a patadas ese angel del rayo laser!!!!
p.d hace mucho no pasaba x aki i me encontre cn muchas cositas nuevas
te xtraño nana
MONITO
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