este polvo que el hombre barre de la banqueta a la calle es infinito y siempre el mismo, el mismo que el aire llevará un poco más lejos hasta las llantas y la piel del cronopio que rehusa bañarse. Lo esparcirá así por la ciudad, marcando un poco mi camino de todos los días, empecinado en tener contacto con el hombre, se colará entre rendijas y puertas entreabiertas, lo exiliarán escobas y plumeros, volverá a la banqueta, donde otro hombre lo barrerá de nuevo hacia la calle.
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