acabo de darme cuenta de que este es mi último día del estudiante. bueno, fue ayer porque por estar haciendo la tesis me dieron las tres aeme. el punto es que no habrá más banana universitaria. las hormonas podrían hacerme llorar en este instante pero creo que tengo más sueño que nada. basta! a otra cosa! la escuela se acabó...
en otros temas, encontré que aquí pagan 500 pesos por dos kilos de banana. tomando en cuenta que yo peso 55-56 kilos, me darían 13 750 pesos... más o menos.
ni hablar habrá que cuidarse de ser vendida en el mercado negro de la fruta.
tengo muy mala memoria, uso esto como bitácora digital de mis andanzas por la web. disculpe las molestias que esto le ocasiona.
5.24.2008
5.21.2008
5.18.2008
5.17.2008
5.15.2008
de la conversación que sostuve con este individuo.
para proteger su identidad real lo llamarémos él.
él: hola. qué ha pasado contigo?
banana: ja ja ja de qué o qué?
él: de todo. hace mucho que no se de ti.
banana: ufa! lo mismo digo eh?
él: pues si. dónde estás? cómo estás? primero...
banana: bien, aquí en la oficina. con la idea de que este ha sido un día muy largo.
(...) algunos comentarios y preguntas sin mucho sentido
él: ya se acabó eso.
banana: oh no! (aunque ya lo sabía) y acabó mal?
él: no, acabó bien.
banana: ah pues que bueno. y cómo estás?
él: haciendo el recuento de los daños. en general bastante bien. medio solitario en todo, extrañando a las viejas amistades.
banana: me imagino que la soledad debe ser muy grande. espero que todo sea para mejor.
él: siempre he sido un hombre solitario.
él: y tu que tal? sigues con tu novio?
ajaja JA !
un largo preludio, aunque los dos sabíamos para qué me hablaba. buscando disfrazar las soledades.
lo siento, fue antes. no será ahora.
aunque extraño las conversaciones largas y sin sentido en la madrugada.
banana: sip, estoy muy feliciana.
él: qué bueno...
luego, el sonido que queda cuando uno de los interlocutores ha colgado el teléfono.
él: hola. qué ha pasado contigo?
banana: ja ja ja de qué o qué?
él: de todo. hace mucho que no se de ti.
banana: ufa! lo mismo digo eh?
él: pues si. dónde estás? cómo estás? primero...
banana: bien, aquí en la oficina. con la idea de que este ha sido un día muy largo.
(...) algunos comentarios y preguntas sin mucho sentido
él: ya se acabó eso.
banana: oh no! (aunque ya lo sabía) y acabó mal?
él: no, acabó bien.
banana: ah pues que bueno. y cómo estás?
él: haciendo el recuento de los daños. en general bastante bien. medio solitario en todo, extrañando a las viejas amistades.
banana: me imagino que la soledad debe ser muy grande. espero que todo sea para mejor.
él: siempre he sido un hombre solitario.
él: y tu que tal? sigues con tu novio?
ajaja JA !
un largo preludio, aunque los dos sabíamos para qué me hablaba. buscando disfrazar las soledades.
lo siento, fue antes. no será ahora.
aunque extraño las conversaciones largas y sin sentido en la madrugada.
banana: sip, estoy muy feliciana.
él: qué bueno...
luego, el sonido que queda cuando uno de los interlocutores ha colgado el teléfono.
5.05.2008
las ciudades en donde he vivido no han sido, hasta este momento, resultado de una decisión propia.
primero la herencia materna. nací entre un calor húmedo y un verde intenso. recuerdo la casa grande de pisos color café. la cocina llena de luz, el patio lleno de árboles, gatos y un perico. el mercado con pedazos de animales muertos, las flores, el ruido, la mano antes de cruzar la calle. la comida, la playa cerca. mis abuelos y su enorme cama, las paredes que decoraba con crayolas. el muro de ladrillos en el patio, los ladrillos que se hacían polvito. mis primos y el cuarto lleno de cosas viejas. la hamaca y la pared contra la que nos estrellabamos.
luego la huerta. recuerdo el polvo y los pollitos. los cerditos que nacieron cuando no estábamos. la boris y casi nada más.
después vino el bosque que rodeaba todo. verde seco. juan. la escuela y otros niños. el mudo y la soledad cuando la mamá se iba. el señor vecino. los columpios hasta el cielo. la mesa de la pata pegada con plastiloka. santa en un tren carguero. la nena y sus pelitos parados. elia y don chalo. las pinzas en la tele para cambiar de canal. las pinzas en la camioneta azul para cambiar de velocidad. alfredito. los días en el campo. la iglesia y las flores para la maría. la casa nueva, nuestra. la bajada en bicicleta. la vía del ferrocarril. el patio vecino, la hierba y el charco. la tierra. el aserrín. los viajes. los hongos en la madrugada. el maíz y las lluvias de todos los días en verano. el bebe con sonrisa de sol. la plaza con resbaladeros de concreto. uno en casa. las calles, los adoquines, el empedrado. chutoño. el lago, las lanchas. la nieve y los pinos altos.
ahora tengo una ciudad donde el sol abrasa. el tren me sigue de cerca. los camiones urbanos y sus leyendas graciosas. la gente que no conozco. no hay verde, no hay agua. hay un señor que alimenta millones de palomas en una banca del parque. el mismo parque en donde un pancho villa grita desde la tumba en donde nunca ha estado. las adelitas cruzan los pasos peatonales guiando a un montón de niños de primaria. las cuadras enteras sin edificios. las plazas sin sombra. los atardeceres dorados, rosas, naranjas. el amanecer frente a una computadora. muchos buzones iguales. vagabundos sin zapatos que duermen bajo los restos del acueducto. hay naranjos que salpican el concreto. mariscos con catsup que no saben bien. arquitectura y los ojos que empiezan a cambiar. hay una puerta en una calle, hecha con montones de pedazos de metal, oxidados y soldados. las calles son largas y cambian su nombre. a las dos no hay más alcohol legal. me hipnotiza el cielo y las bandadas de pájaros que lo cruzan cada tarde.
las ciudades en donde he vivido, hasta este momento, han sido resultado de múltiples experiencias propias.
a dónde iré ahora. qué cielo habrá. qué luz. qué verde.
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